viernes, 1 de junio de 2018

No soy víctima

De todo lo que me diste, estos son
los que más valoro, fueron honestos y
espontáneos. Agradezco que hayas sido
parte de mi vida, aprendí mucho de mí.
Hoy, me dedico un profundo y reparador abrazo. Hoy, es el cierre conmigo del tema del viejo amor. Hoy te suelto y te bendigo, sé feliz y que encuentres lo que te reconforte por fin.

Hace una semana hice mi cierre contigo, te dije todo lo que fui asimilando acerca de ti y algo de mí, en estos cuatro meses separados, hoy, asumo mi responsabilidad. Sí, tú también necesitabas algo (ojalá me lo hubieras dicho de forma más clara) que quizá no te lo supe dar, no te leí como creí que podía hacerlo, lo cierto, es que dejé de intentar, me acomode y di por hecho que estaríamos juntos por mucho más tiempo.

Hoy, en este repaso de nuestro tiempo, me queda claro que me engañé sola, me creé mi propio mundo feliz contigo y asumí que así lo veías tú, me aferré a creer que sí me querías, me dediqué a justificar todo lo que hiciste y me hizo sentir dolor o incomodidad. Me conformé con lo que me dabas, con el intento de relación que tuvimos. Tienes razón, fuimos roomies, con ciertos beneficios y unas cuantas obligaciones.

Te llamé cobarde, sin embargo, yo también fui muy cobarde, quizá más, no lo sé. Sentí miedo de vivir justo lo que estoy viviendo ahora, el tener que explicar que ya no estamos juntos cada que alguien me pregunta por ti, el tener que volver a estar sola, el asimilar que me estaba engañando, el explicar a mi gente que no funcionó porque no me querías y quizá nunca lo hiciste, afrontar el hecho de que fracasé porque no supe hacerte feliz y antepuse mi imaginación a la realidad.

Soy culpable, porque me traicioné, dejando de un lado lo que siempre creí, todo para luchar por un falso ideal, por tratar de aparentar lo que no fue, no es y obvio nunca será. Por dejarme en segundo plano, con tal de que tú estuvieras contento. Por dejarme opacar. Por dejarme intimidar, y no decir lo que me enojaba, ofendía y decepcionaba de ti. Por tener miedo a lastimarte al decir justo lo que pensaba. Por no exigirte lo que me merecía. Por no soltar ese pudor y dejarme expresar. Por agachar la cabeza y quedarme callada cuando te burlabas. Por aceptar y conformarse con el papel de mamá de un hombre de casi 50 años. Por no aprovechar y seguirle la palabra a tu cuñado cuando te dijo el compromiso que adquirías conmigo (increíble, él tuvo más clara esa visión que tú y yo). Por aceptar tu traición y cerrar los ojos. Por creer que no lo volverías a hacer, hoy, no lo puedo comprobar, pero algo me dice dentro de mí que me la volviste a hacer. Por ignorar mi voz interior de quien la hace una vez, seguro, la vuelve a hacer. Por aceptar y sentirme culpable por la responsabilidad que me impusiste en en tema de lo sexual.

Hoy, me doy cuenta que principalmente soy culpable, de ignorar mi voz que me decía, ¡Ya no lo amas, estás cansada de él y de esperar que por fin quiera despertar! De sentirme contenta cuando no estabas y entender que eso significaba algo. Por instalarme en mi comodidad. 

Todo lo que te dije en la carta que te envíe y lo que me estoy diciendo aquí, puede leerse crudo y parecer todo un periodo de completa infelicidad, no puedo hablar por ti. Pero no, por mi parte no fui infeliz, la mayor parte para mí fueron muy lindos momentos y toda una odisea que viví. Y sí, fui feliz, mucho de hecho, quizá por eso me dolió tanto la sorpresa que de la nada la soltaste, según tú la detonó el ver una película y deduzco yo la situación de mi papá en ese fin de semana. Esa parte, aún la repaso en mi cabeza y sigo sin entenderla, y francamente, me siento agotada de intentar descifrar. Hoy, me rindo, y ya no me interesa saber y entender algo más.

Yo, soy un ser sencillo, muy intenso, todo me emociona, a la gran mayoría de situaciones le veo algo positivo y bonito, esta parte de mí es un enorme contraste contigo, que quizá te resulte tan agobiante para ti como para mí tu eterna tristeza e inconformidad con todo lo que te rodea. De eso me percaté desde el inicio, y creí que ambos nos complementamos, tu tristeza me haría poner pies en la tierra y yo te daría un poquito de más esperanza, de eso, de mi fe en ayudarte me declaro culpable.

Y no, no me siento víctima de ti, incluso de mí, aposté por mí y por tí, aposté por una vida juntos, por llegar a viejitos tomados de las manos, no se dió, pero no se acaba el mundo. De hecho, esto que estoy viviendo ahora es una grandiosa revelación, hoy me siento agradecida conmigo, por tener la valentía de dejarme conocer y experimentar lo que viví. 

Hoy, eliminó, suelto y dejo ir, lo 
que sé que es negativo para mí.
Y me dispongo a ser feliz. 
Me abro a recibir la mejor energía de la vida.
¡Que así sea!

No hay comentarios:

Publicar un comentario