viernes, 27 de marzo de 2015

Reencuentro.

Una de las cosas que más me gusta cuando salgo a correr es que al cruzarte con algún corredor invariablemente cruzaremos miradas, se dibujará una leve sonrisa y nos alentaremos a continuar o ampliaremos la sonrisa o alzaremos el dedito pulgar y así con cada corredor que esté presto a repartir su buena vibra -que para gran fortuna somos la mayoría-. He de confesar que cuando comencé a correr me daba pena, y al paso de los años aprendí a disfrutar esa característica de los corredores, de hecho más que disfrutar, me hace sentir muy feliz. 

Hace dos semanas en un pequeño reencuentro en uno de los lugares más bonitos y demandantes para correr (Bosque de Tlalpán) me recordó muy vívidamente durante todo el tiempo en que subí a la montaña.
Otras de las cosas que disfruto mucho son las cuestas, es más, podría asegurar que de verdad me encantan las pendientes, subir corriendo con mi mejor esfuerzo una cuesta me hace muy feliz, claro, también me hace sentir que el corazón se me sale, pero eso, me hace sentir ¡muy viva!



Conocí el bosque de tlalpán  en el año en que decidí hacer mi primer trail, y el BBtuti me llevó ahí unas semanas antes de la carrera para poderme entrenar y darme una idea de lo que me esperaba. Me encantó lo que viví. El bosque nos queda lejos, así que no era tan seguido el poder ir. Luego comencé con lesiones y menos pude ir, así que casi todo el año pasado no fui y de verdad que extrañaba la sensación de lo que se puede vivir ahí, en especial cuando subimos la montaña.

Volví hasta hace dos semanas que sin más ni más, nos levantamos un domingo y nos preparamos para ir al bosque, con la firme convicción de subir la montaña aunque sea caminando, y así fue, al menos por tramos, no me fue posible correr todo el tiempo, ando muy fuera de la condición que tenía antes, me siento más fuerte, y aún lidio con el miedo de lastimarme de nuevo, en especial cuando la cuesta se vuelve bajada.

Aún así, con todo y mi miedo y mi tremenda ampolla comenzamos a trotar en la montaña y al inicio vi a un señor delante de nosotros y me propuse alcanzarlo, le impuse la labor de rabbit, y él sin darse cuenta me jaló a su ritmo, que por cierto, nunca lo pude alcanzar completamente. El calor se dejo sentir, pero fue una experiencia genial, ese día me tocaban 14 kilómetros, y solo subimos una vez, bajamos por otra ruta y para completar el entrenamiento terminé dando seis vueltas en la pista central de arcilla. Nuevamente me sentí ¡muy viva y especialmente feliz!



Terminado el entrenamiento había que recobrar energías.


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