Extrañandote, tanto, que hasta duelen las entrañas.
Y no, no hablo de ti, hablo de mí.
Esa mi maldita manía de complacer a quien no lo aprecia, hasta abandonar casi por completo mi esencia.
Extrañandome tanto, que sin pensarlo, me reencontré mientras andaba caminando sin destino alguno. Y reparo, ahí estuvimos juntos caminando de la mano.
Me gusta sentir como el viento me despeina, mientras hago añicos los recuerdos que no valen la pena, y, en el inter, me reconcilio y fabrico mi nuevo yo.
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